Hoy ha vuelto uno de mis hijos pródigos a casa. Se trata de un libro, claro. Yo voy dejando a mis hijos (los quiero como tal) en adopción, esperando que por un tiempo hagan felices a otros, pero que siempre vuelvan. En este caso ha tardado mucho en volver. Su madre adoptiva, mi amiga, cuidó de él durante un tiempo pero luego se dedicó a sus recién nacidos (es una gran lectora) y lo olvidó. Pero como yo no olvido a mis hijos, reclamé su custodia hace unos días, atendiendo a la lista de hijos prestados que llevo en mi smartphone. ¡Pues claro que llevo una lista! Un hijo es un hijo ;-) Cuando el libro ha llegado a mis brazos y tras el reencuentro inicial he visto que me traía un regalo. Escondido entre las últimas páginas, un papel amarillento que me ha hecho sonreír… ¡una entrada de un concierto de B.B. King! Es seguida he revivido la sensación de aquella noche: ese negro enorme hipnotizándonos a todos con su música. Me ha encantado revivir esa sensación, y yo sabía que un día la iba a revivir, porque ya hace años (muchos) que me dejo regalos a mí misma en libros que ya he leído: en ocasiones son entradas, y en otras marcapáginas.
No puedo resistirme a los marcapáginas: los cojo de las librerías cuando son gratis, los agradezco cuando los regalan en las ediciones de algunos libros, y me encantan los marcapáginas como reclamo de eventos –tengo unos chulísimos de una exposición de ilustradores de hace un par de veranos que aparecerán por algunos de mis libros en el futuro–. He regalado marcapáginas y me han regalado también. Y como tengo tantos, lo que más me gusta hacer es utilizarlo al leer un libro y luego "olvidarlo" en él. Así cuando reviso un libro antiguo o cuando vuelve alguno que he prestado, sé que guarda en su interior un pedazo de mi vida: aquella exposición, aquella edición de lujo que me di el capricho de comprar, aquél regalo…
El poder evocador de los marcapáginas de papel
Por algún motivo nos gusta revivir épocas pasadas. Somos como los niños, que repiten aquello que les gusta por volver a sentir la misma sensación. Ahora pienso en el día que encontraré en uno de mis libros una entrada de aquel accidentado concierto de Madonna (a veces los recuerdos son más divertidos que buenos), o uno de los fabulosos marcapáginas de cartulina que ilustraron aquellos artistas, algunos muy buenos amigos míos y acariciaré ese papel que me gusta tanto...
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