jueves, 18 de julio de 2013

Hazme el amor frente al ventilador

Pasar calor u oír la tele. Hay quien nunca habrá tenido que tomar esa decisión, pero en mi caso esa cuestión se planteaba en casa todos los días de verano en la ciudad. Si abríamos la ventana para poder sacarnos de encima la calina del mes de julio, el rugir de los camiones por la ciudad (sí, por aquella época los camiones circulaban libremente) anulaba por completo el sonido de nuestra serie favorita en la tele. Si cerrábamos la ventana para oír esa frase fantástica con la que Hannibal Smith aceptaba un trabajo, lo hacíamos con chorretones de sudor por la espalda.

Es cierto que nuestra generación hemos salido más curtidos, pero eso no nos quita lo que ahora valoramos elegir a la temperatura a la que queremos vivir. En mi caso, el primer escalón fue un precioso ventilador blanco y naranja. Podría contar muchas anécdotas con ese ventilador (cintas de colores en las varillas de su escasa protección, catapulta de juguetes de plástico...) de la época de la serie Cuéntame, donde los niños no estaban tan sobreprotegidos y los rasguños y moratones formaban parte de tu piel como tatuajes viajeros: siempre tenías uno aunque no fuese siempre en el mismo sitio. Aquel ventilador nos consoló muchos veranos moviendo ese aire espeso mientras en la radio Mecano cantaba aquello de hazme el amor frente al ventilador...


De uno como este cantaban hazme el amor frente al ventilador
Un ventilador como este movía el aire de mi infancia

El siguiente recuerdo fresco que conservo es la visita a la recién estrenada casa de mi hermano. Antes que los muebles, antes que la vajilla, un hermoso split de aire acondicionado reinaba en el salón aleteando suavemente arriba y abajo como aquellos negrazos de las películas de las colonias inglesas en África. Aquél momento sólo fue superado por el que compró un segundo split para la entrada y entonces toda su casa se convirtió en el paraíso. Entonces quise mucho más a mi hermano, ¡lo notó seguro en todas las veces que fui a verle a partir de entonces!

Y cuando me tocó a mí abandonar el hogar familiar, que seguía reinado por aquél ventilador naranja ;-) fue porque hice la pregunta del millón a mi chico. No le pregunté por su trabajo (como le hubiese gustado a mi madre), ni por sus terrenos (como hubiese hecho mi amiga de Cuenca) ¡le pregunté si tenía aire acondicionado!

Ahora pienso en todo tumbada en la cama de un hotel, mientras veo girar las aspas de un enorme ventilador de techo. Porque ahora, lo que se ha vuelto tendencia es dar ese aire exótico a los hoteles. Y toda esa reflexión ha venido porque en el aleatorio de mi iPhone ha empezado a sonar un tema de Mecano... ¿adivináis cual? Pues sí, hazme el amor frente al ventilador...

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