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jueves, 14 de noviembre de 2013

El papel ha muerto ¡viva el papel!

Me permito tomar prestado el slogan de la última campaña de Canal Plus –La televisión ha muerto, viva la televisión– que a su vez ha tomado prestado de aquél El rey ha muerto viva el rey, para defender algo que todos vaticinaron que a estas alturas ya estaría muerto: el papel. Y tenía toda la pinta la verdad, ahora que leemos las noticias en una pantalla (lo de las revistas no ha cuajado tanto), ya no escribimos largas cartas de amor y se ha desterrado al papel de todos los reinos en que el plástico se ha impuesto (quién se acuerda ya de los tambores de detergente...). Afirmar que el papel ha muerto es como decir que las persona no somos personas. Porque nos sigue tirando el papel y hay ámbitos que los que nos resistimos a dejarlo morir.

Bandera pirata impresa

Si el papel ha muerto, ¿cómo explicas todo esto?

Está claro que pasamos parte de nuestra vida de cara a una pantalla, pero que cuando piensas en leer un buen libro te imaginas en tu sillón favorito pasando las hojas tocando papel... Pero hay muchos más ejemplos:

  • un regalo no es regalo si no viene envuelto ¿adivinas con qué?
  • las felicitaciones de Navidad murieron en cuanto empezaron a mandarse por mail ¿qué echábamos de menos?
  • cuando queremos volver a un restaurante pedimos la tarjeta ¿por qué nos fiamos más de un cajón que de "la nube"?
  • las noticias del papel couché, ¡tienen que imprimirse en papel couché! ¿serían lo mismo si no?
  • la versión digital de las revistas no acaba de cuajar ¿adivinas por qué?
  • los programas para guardar contactos han aprendido a escanear tarjetas de visita, pero ¿no habían muerto también?
Tiras rasgadas simbolizando que el papel ha muerto
Nos resistimos a dejar de tocarlo...

Para todos aquellos que se arrancan las vestiduras defendiendo la protección de los bosques, recordaré los Programas Azules de las empresas consumidoras de papel, donde por ejemplo se comprometen a plantar árboles (¿sabías que cada persona "consumirá" en su vida aproximadamente 13 árboles?).
No sé lo que pasará en la próxima década, no me atrevo a vaticinar... Pero pensar que en el futuro el papel ha muerto no parece acabar de cuajar.

jueves, 16 de mayo de 2013

El día en que me volví verde... o azul

Hace más de 5 que años que mi conciencia con respecto al planeta que habito cambió de manera radical. Fue gracias a la película Una verdad incómoda de Al Gore. Me dejó impresionada, tanto que cambió mis costumbres en un montón de tareas diarias. La película me dejó... incómoda. Al día siguiente tenía instalados en mi galería 3 cubos de reciclaje, empecé a ir andando al trabajo, para los trayectos largos cogía la bici y me hice con una de esas bolsas plegables tan monas para llevar siempre, siempre en el bolso. He dicho que cambié de manera radical y es cierto. Soy de las que abandonan sus arranques al poco de cogerlos como ley de vida. Pero en el caso del cuidado del medio ambiente, mis hábitos no han cambiado lo más mínimo desde hace cinco años. Podría contar un montón de cosas que hago, como reciclar carteles para envolver regalos (quedan genial!), pero también se me ha quedado alguna cosa en el tintero, como comprar un coche híbrido, y mira que George Clooney me convenció al instante cuando apareció en la gala de los Óscar con un Toyota Prius... pero bien, eso está ahí pendiente.

Etiqueta con el símbolo de recilcaje
Hace tiempo que me colgué la "etiqueta verde"

El color del medio ambiente. Del verde al azul

Cuando empezamos a oir hablar del cuidado del medio ambiente fue a base de oir el término ecología. De esto hace mucho más de 5 años... Mi primer contacto con este concepto fue la película La Selva Esmeralda de John Boorman, que denunciaba los estragos que se estaban haciendo con la tala de árboles en la selva amazónica y en consecuencia la agresión a los nativos de la zona. Lo de la ecología vino poco después. Entonces se asimiló el color verde, el color de los árboles, a ese término. Se planteó proteger los bosques como pulmones del planeta que son, reducir las emisiones de CO2... todo buenas intenciones que muchos ciudadanos acogieron y algunos gobiernos también.

Entonces llegó el turno a las empresas. Entre la proliferación de empresas jóvenes –lideradas por personas que han crecido con una conciencia distinta al consumismo desmedido–, y la visión de que mejorando la imagen de empresa podrían mejorarse las ventas, los equipos directivos se acogieron a programas de desarrollo sostenible. Otro concepto nuevo: desarrollo sostenible, que vino a reemplazar a ecología. Y el cambio de término conllevó un cambio de color; del verde al azul. Las empresas se acogían a Programas Azules de RSE (Responsabilidad Social Empresarial). Acciones como plantar un árbol para empresas consumidoras de papel o emisoras de CO2 a la atmósfera, dedicar un porcentaje del presupuesto anual a financiación de proyectos de interés social, son algunos ejemplos de las acciones que llevan a cabo algunas empresas, por suerte cada día más.

El color azul asociado a estos actos ha llevado a hablar de economía azul. Hablamos de la mejora de la imagen externa e interna de la empresa al asociarse a causas nobles, que incide en el aumento de sus ventas.

Si os interesa el tema, aquí os dejo unos enlaces para que profundicéis un poco más y deis un color a vuestra vida. Como decía Al Gore el esfuerzo individual de muchos es un gran esfuerzo. Y por supuesto, os dejo el vídeo de Una Verdad Incómoda: